LA VERDAD DEL EVANGELIO

TEOLOGÍA SISTEMÁTICA

por Charles G. Finney

 

 Capítulo 30

Arrepentimiento e Impenitencia

 

En la discusión de este tema, mostraré…

 

I. Lo que no es arrepentimiento

1. La Biblia en todos lados representa al arrepentimiento como una virtud, y como un cambio constituyente del carácter moral; consecuentemente, no puede ser un fenómeno de la inteligencia; esto es, no puede consistir en convicción de pecado, ni ninguna aprehensión intelectual de nuestra culpa o desmerecimiento. Todos los estados o fenómenos de la inteligencia son puramente estados pasivos de la mente, y por supuesto, el carácter moral, estrictamente hablando, no puede afirmarlos.

2. El arrepentimiento no es un fenómeno de la sensibilidad; es decir, no consiste en un sentimiento de lamento o de remordimiento, o de compunción o de tristeza por el pecado, o de tristeza en vista de las consecuencias de pecado al yo o a otros, ni ningún sentimiento o emoción. Todos los sentimientos o emociones pertenecen a la sensibilidad, y son puramente, por supuesto, estados pasivos de la mente, y en consecuencia no pueden tener carácter moral en sí mismos.

Debe entenderse claramente, y siempre tener en mente, que el arrepentimiento no puede consistir en un estado involuntario de la mente, puesto que es imposible que el carácter moral, estrictamente hablando, deba pertenecer a estados pasivos.

II. Hay dos palabras griegas que son traducidas por la palabra inglesa arrepentir.

1. Metamelomai, "atender" o estar preocupado por uno mismo; de ahí, cambiar la dirección. Este término parece generalmente usarse para expresar un estado de la sensibilidad, como lamento, remordimiento, tristeza por el pecado, etc., pero a veces también expresa un cambio de propósito, o remordimiento, o tristeza como en Mt. 21:29: "Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue". Es usado para representar el arrepentimiento de Judas, el cual evidentemente consistió en remordimiento y desesperación.

2. Metaneo, "echar un vistazo posterior", o más estrictamente, mudar de parecer como consecuencia, y en conformidad con un segundo parecer más racional del asunto. Esta palabra evidentemente expresa un cambio de elección, propósito, intención en conformidad con los dictados de la inteligencia.

Esto es sin duda la idea del arrepentimiento evangélico. Es un fenómeno de la voluntad, y consiste en girar o cambiar la intención soberana de egoísmo a benevolencia. El término expresa el acto de volverse, el cambio de corazón, o de la preferencia reinante del alma. Podría considerarse con propiedad por los términos "cambiar de corazón". La palabra inglesa "arrepentimiento" es a menudo usada para expresar lamento, remordimiento, tristeza, etc., y se usa en un sentido tan a la ligera como para no conllevar una idea distinta a la mente común de la naturaleza verdadera del arrepentimiento evangélico. Un giro del pecado a la santidad, o más estrictamente, de un estado de consagración para el yo a un estado de consagración para Dios, es y debe ser dar vuelta, el cambio de parecer, o el arrepentimiento que se requiere de todos los pecadores. Nada menos puede constituir un arrepentimiento virtuoso, y nada más puede ser requerido.

III. Lo que está implícito en el arrepentimiento.

1. Tal es la correlación de la voluntad con el intelecto que el arrepentimiento debe implicar reconsideración o pensamiento posterior. Debe implicar reflexión de uno mismo, y aprehensión tal de culpa de uno mismo como para producir auto-condenación. Son primeras verdades que el egoísmo sea pecado, y que todo el ser a Dios y a su servicio sea correcto y sea el deber de consagrar, y que estas verdades sean asumidas necesariamente por todos los agentes morales. Sin embargo, a menudo no son pensadas ni reflexionadas. El arrepentimiento implica el abandonar la atención a la consideración y auto-aplicación de estas primeras verdades, y consecuentemente implica convicción de pecado, culpa y desmerecimiento, y un sentido de vergüenza y auto-condenación. Implica una justificación intelectual y sincera de Dios, de su ley, de su gobierno moral y providencial, y de todas sus obras y costumbres.

Implica una aprehensión de la naturaleza del pecado, que pertenece al corazón, y no consiste esencialmente, aunque lleva a ello, en conducta externa; que no es un estado mental total e irrazonable, y que justamente merece la ira y la maldición de Dios por siempre.

Implica una aprehensión de sensatez de la ley y los mandamientos de Dios, y de la insensatez y la locura del pecado. Implica ceder intelectual y de corazón toda controversia con Dios en todos los aspectos.

Implica convicción de que Dios está totalmente correcto, y que el pecador está totalmente equivocado, y un abandono exhaustivo y de corazón de todas las excusas y apologías por el pecado. Implica una exoneración completa y universal de Dios de cada ápice y grado de culpa, una remoción rigurosa de toda la culpa de pecado al yo. Implica degradación rigurosa del yo en el polvo y cenizas, un grito del alma contra el yo, y una exaltación a Dios de lo más sincera, intelectual, universal, y de corazón.

2. Tal, también, es la conexión con la voluntad y la sensibilidad que el cambio dirección de la voluntad, o el arrepentimiento evangélico, implica tristeza por el pecado como resultado necesariamente del giro de la voluntad, junto con las percepciones intelectuales que están implícitas en el arrepentimiento. Ni la convicción del pecado, ni la tristeza por éste, constituye arrepentimiento. Pero por la correlación que se establece entre la inteligencia, la sensibilidad, y la voluntad, la convicción de pecado y la tristeza por éste, están implícitos en el arrepentimiento evangélico, el uno como precediendo necesariamente, y el otro como precediendo con frecuencia, y siempre y necesariamente resultando del arrepentimiento. Durante el proceso de convicción, sucede a menudo que la sensibilidad se endurece y no siente, o si hay mucho sentimiento, es a menudo sólo lamento, remordimiento, agonía, y desesperación. Pero cuando el corazón se ha dado y el cambio de dirección evangélico ha tomado lugar, a menudo sucede que la fuente de la gran profundidad en la sensibilidad se rompe, las tristezas del alma son movidas hasta el fondo, la sensibilidad derrama sus olas a borbotones como un torrente irresistible. Pero a menudo sucede también, en las mentes menos sujetas a emoción profunda, que las tristezas no fluyen inmediatamente en los profundos y anchos canales, sino son afables, tiernas, silenciosas, emotivas, conmovedoras, suaves.

Desprecio hacia uno mismo es otro estado de la sensibilidad implícito en el arrepentimiento evangélico. Este estado mental puede existir, y con frecuencia existe donde no está el arrepentimiento, así como la moralidad externa existe. Pero, como la moralidad externa, debe existir donde está el verdadero arrepentimiento. El desprecio hacia uno mismo es una consecuencia natural y necesaria de aquellos puntos de vista intelectuales del yo que están contenidos en el arrepentimiento. Mientras la inteligencia aprehende la total y vergonzosa culpa del yo, y el corazón se rinde a la convicción, la sensibilidad necesariamente simpatiza, y un sentimiento de desprecio hacia uno mismo y aborrecimiento es la consecuencia inevitable.

Implica un desprecio y aborrecimiento de los pecados de otros, un sentimiento muy profundo y riguroso de oposición al pecado --a todo pecado, en el yo y en todos los demás. El pecado se ha vuelto, para el alma penitente, aquello abominable el cual odia. Implica una indignación santa hacia todo pecado y todos los pecadores, y una oposición manifiesta a cada forma de iniquidad.

3. El arrepentimiento implica también tranquilidad de espíritu. El alma que tiene plena confianza en la sabiduría infinita de Dios, en la expiación de Cristo, y en su providencia universal, no puede tener más que paz. Y más aún, el alma que ha abandonado todo pecado y se ha vuelto a Dios, ya no está más en un estado de guerra consigo misma y Dios. Debe tener tranquilidad de conciencia y paz con Dios. Implica complacencia de corazón con Dios y con todo lo santo. Este debe seguir de la misma naturaleza del arrepentimiento.

Implica confesión de pecado a Dios y al hombre, en cuanto se ha cometido pecado contra los hombres. Si el corazón ha renunciado rigurosamente al pecado, se ha vuelto benevolente, y desde luego está dispuesto, como sea posible, a deshacer el mal que ha cometido, confesar el pecado, y humillarse a causa de ello. El arrepentimiento implica humildad, o una disposición para ser conocido y estimado según nuestro carácter real. Implica una disposición a hacer lo correcto, y confesar nuestras faltas a Dios y al hombre, en cuanto el hombre tiene el derecho de conocerlos. Que nadie que se haya rehusado y aún se rehúse o desdeñe confesar sus pecados a Dios, y esos pecados al hombre que se han cometido contra ellos, profese arrepentimiento para salvación, pero recuérdese que Dios ha dicho "el que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia" (Pr. 28:13): y de nuevo, "confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados" (Stg. 5:16).

El arrepentimiento implica una disposición a hacer restitución, y el mismo hacer de ella hasta donde la habilidad llegue. No es justo, y desde luego no es penitente, quien ha lastimado a su prójimo en su persona, reputación, propiedad, o cualquier cosa, y no quiere hacer la restitución. Y no quiere hacer restitución quien descuida hacerla cuando puede. Es imposible que un alma verdaderamente penitente deba descuidar hacer toda la restitución practicable, por la sencilla razón que la penitencia implica una actitud benevolente y justa de la voluntad, y la voluntad controla la conducta por una ley de la necesidad.

El arrepentimiento implica reforma de la vida externa. Esto se deduce de la reforma de corazón por una ley de la necesidad. Es naturalmente imposible que un alma penitente, que permanece penitente, deba consentir cualquier pecado conocido. Si el corazón es reformado, la vida debe ser como el corazón es.

El arrepentimiento implica reforma de la vida externa. Esto se deduce de la reforma del corazón por una ley de l necesidad. Es naturalmente imposible que un alma penitente, que permanece penitente, consienta ella misma cualquier pecado conocido. Si el corazón es reformado, la vida debe ser como es el corazón.

Implica una reforma universal de vida; esto es, una reforma que se extienda a todo pecado externo. El penitente no reforma, y al permanecer penitente, no puede reformar respecto a algunos pecados solamente. Si es penitente, debe haberse arrepentido del pecado como pecado, y desde luego de todo pecado. Si se ha vuelto a Dios, y consagrádose a sí mismo a Dios, ha por dado por sentado dejar de pecar, de todo pecado como tal. El pecado, como hemos visto anteriormente, es una unidad, lo mismo que la santidad. El pecado consiste en egoísmo, y la santidad en benevolencia desinteresada: es por consiguiente absurdo decir que el arrepentimiento no pueda consistir en consentir algunos pecados. Lo que se denomina generalmente pequeños pecados como también lo que se denomina generalmente grandes pecados si igualmente rechazados y aborrecidos por el alma verdaderamente penitente, y esto por una ley de la necesidad, es realmente penitente.

4. Implica fe o confianza en Dios en todas las cosas. Implica, no sólo la convicción de que Dios está totalmente correcto en toda su controversia con los pecadores, sino también que el corazón se ha rendido a esta convicción, y ha llegado plenamente a confiar muy implícitamente en él en todos los aspectos para que prontamente pueda cometer todos los intereses por el tiempo y la eternidad en sus manos. El arrepentimiento es un estado de la mente que implica la más plena confianza en todas las promesas y advertencias de Dios, y en la expiación y gracia de Cristo.

IV. Lo que no es impenitencia.

1. No es una negación, o la mera ausencia de arrepentimiento. Algunos parecen considerar la impenitencia como una insignificancia, como la mera ausencia de arrepentimiento, pero esto es un gran error.

2. No es meramente apatía en la sensibilidad tocante al pecado, y una simple falta de tristeza por aquél.

3. No es la ausencia de convicción de pecado, ni la consecuente falta de cuidado del pecador con respecto a los mandamientos de Dios.

4. No es una auto-justificación intelectual, ni tampoco consiste en una disposición para poner reparos en la verdad y las demandas de Dios. Éstas pueden resultar y con frecuencia resultan de la impenitencia pero no son idénticas a ella.

5. No consiste en un espíritu de hacer excusas, tan a menudo manifestado por pecadores. Este espíritu es el resultado de impenitencia, pero no la constituye.

6. Ni tampoco consiste en amor por el pecado por su propia causa, ni en el amor al pecado en ningún sentido. No es un apetito constitucional, antojo o deseo por el pecado. Si este deseo constitucional por el pecado existiese, no podría tener carácter moral, puesto que sería un estado de la mente totalmente involuntario. No podría ser el crimen de la impenitencia.

V. Lo que es impenitencia.

1. En todos lados está en la Biblia representada como un pecado atroz, como en Mateo 11:20-24: "Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo: ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras. Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti". Aquí, como en otros lados, la impenitencia está representada como la perversidad más agravada.

2. La impenitencia es un fenómeno de la voluntad y consiste en la adherencia de la voluntad a la indulgencia de uno mismo bajo luz. Consiste en la adherencia persistente de la gratificación del yo pese a toda la luz con la que el pecador está rodeado. No es, como hemos dicho, un estado pasivo ni una mera negación ni el amor al pecado por su propia causa, sino es un estado activo y obstinado de la voluntad, agarrarse de ese curso de búsqueda en pos de uno mismo que constituye pecado, no del amor al pecado, sino por causa de la gratificación. Esto, bajo la luz, es desde luego, iniquidad agravada. Considerando este modo ver, es fácil dar razón de todos los ayes y denuncias que el Salvador ha expresado contra aquello. Cuando las exigencias de Dios son reveladas a la mente, debe necesariamente rendirse a ellas, o fortalecerse a sí misma en pecado. Debe, por así decirlo, aprestarse y luchar para resistir las demandas del deber. Este yo que se fortalece en pecado bajo luz es la forma particular de pecado que llamamos impenitencia. Todos los pecadores son culpables de aquélla porque todos tenemos algo de luz, pero algunos son mucho más culpables de ella que otros.

VI. Obsérvese algunas cosas que están implícitas en la impenitencia.

Como consiste esencialmente en adherirse a la indulgencia de uno mismo bajo luz…

1. Implica que el pecador impenitente prefiera obstinadamente su propia gratificación momentánea y mezquina que a todos los otros y más altos intereses de Dios y el universo; porque esas gratificaciones son suyas, o las gratificaciones del yo, por tanto les da la preferencia sobre todos los intereses infinitos de todos los otros seres.

2. Implica la preparación deliberada y presente de nada, no sólo de los intereses de Dios y del universo, como de valor nulo, pero implica además una desconsideración total, e incluso desdén, de los derechos de todos los otros seres. Es una negación práctica que ellos tienen cualesquiera derechos e intereses para ser promovidos.

3. Implica un rechazo a la autoridad de Dios, y desprecio por aquello, como también un desdén a su ley y evangelio.

4. Implica una justificación presente de todo pecado pasado. El pecador que se agarra de su auto-indulgencia, en la presencia de la luz del evangelio, en el corazón justifica realmente toda su rebelión pasada.

5. Consecuentemente la impenitencia presente, especialmente bajo la luz del evangelio glorioso, es una justificación de corazón de todo pecado. Es tomar partido deliberadamente con pecadores contra Dios, y es una aprobación virtual de todos los pecados de la tierra y del infierno. Este principio está claramente contenido en la enseñanza de Cristo en Mateo 23:34-36: "Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación".

6. La impenitencia presente, bajo toda luz y experiencia que el pecador ahora tiene, involucra la culpa de todo pecado pasado. Si aún se agarra de él, lo justifica en su corazón. Si el corazón lo justifica, virtualmente él lo vuelve a cometer. Si en la presencia de la luz acumulada, aún persiste en pecar, virtualmente endosa, vuelve a cometer y es de nuevo culpable de todo pecado pasado.

Implica una falta total de confianza en Dios; falta de confianza en su carácter y gobierno, en sus obras y caminos. Virtualmente culpa a Dios de usurpación, falsedad y egoísmo en todas sus formas odiosas. Es hacer guerra a cada atributo moral de Dios y es enemistad total contra él. Es una enemistad mortal y se manifestaría a sí misma en pecadores, como lo hizo cuando Cristo estaba en la Tierra. Cuando derramó la luz sobre ellos, se endurecieron hasta que estaban listos para matarlo. Esto es la verdadera naturaleza de la impenitencia. Involucra la culpa de una enemistad moral contra Dios.

VII. Obsérvese algunas de las características o evidencias de la impenitencia.

1. Una indiferencia manifiesta en los pecados de los hombres de un estado mental impenitente y justificador de pecado. Es imposible que un alma impenitente no se oponga profunda y efusivamente a todo pecado y si se opone efusivamente es imposible que no deba manifestar esta oposición, pues el corazón controla la vida por una ley de la necesidad.

2. Desde luego que una complacencia de corazón manifestada en pecado o en pecadores es una evidencia segura de un estado mental impenitente. "Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios" (Stg. 4:4). La complacencia de corazón en pecadores es aquella amistad con el mundo que es enemistad contra Dios.

3. Una carencia manifestada de celo en oposición al pecado y en promover reforma, es una indicación segura de un estado impenitente de la mente. El alma que ha estado verdaderamente convencida de pecado, y se haya vuelto del pecado al amor y servicio de Dios, no puede más que manifestar un interés profundo en cada esfuerzo para expulsar el pecado del mundo. Un alma así no puede más que ser celosa por oposición al pecado y por construir y establecer rectitud en la tierra.

4. Una carencia manifestada de simpatía con Dios con respecto a su gobierno, providencial y moral, es una evidencia de impenitencia de corazón. Un alma penitente, como se ha dicho, debe justificar y justificará a Dios en todos sus caminos. Esto está contenido en arrepentimiento genuino. Una disposición para quejarse de la severidad y rigor de los mandamientos de Dios --para hablar de la providencia de Dios en una forma de queja, murmurar a sus asignaciones, y expresar descontento por las circunstancias en la que ha sido puesta un alma, es demostrar un estado mental impenitente y rebelde.

5. Una falta manifestada de confianza en el carácter, la fidelidad y las promesas de Dios, es también evidencia segura de un estado impenitente de la mente. Una desconfianza en Dios en cualquier sentido no puede consistir en un estado penitente de corazón.

6. La ausencia de tranquilidad de conciencia es evidencia segura de un estado impenitente. El alma penitente debe tener tranquilidad de conciencia porque la penitencia es un estado de rectitud de conciencia. Debe además tener paz con Dios, en vista de, mediante confianza en la expiación de Cristo. El arrepentimiento es volverse de una actitud de rebelión contra Dios a un estado de sumisión universal a su voluntad, y la aprobación de aquélla como sabía y buena. Cuando entonces hay una falta manifiesta de paz, hay evidencia de un corazón impenitente.

7. Cada manifestación inequívoca de egoísmo es una evidencia concluyente de impenitencia presente. El arrepentimiento, como hemos visto, consiste en el cambio del alma de egoísmo a benevolencia. Se deduce desde luego que la presencia de egoísmo, o un espíritu de indulgencia a uno mismo es evidencia concluyente de un estado mental impenitente. El arrepentimiento implica la negación del yo; la negación o la sujeción de todos los apetitos, las pasiones, y las propensiones a la ley de la inteligencia. Por tanto, un espíritu manifiesto de indulgencia de uno mismo, una disposición para buscar la gratificación de los apetitos y las pasiones, tales como la sujeción de la voluntad para el uso de tabaco o alcohol, u otros apetitos naturales o artificiales, bajo la luz, y en oposición a la ley de la razón, es evidencia conclusiva de impenitencia presente. Digo "bajo luz, y en oposición a la ley de la razón". Tales sustancias como los acabados de nombrar a veces son usadas desde un punto de vista médico, y porque se consideran útiles, e incluso indispensables para la salud bajo ciertas circunstancias. En tale casos su uso puede ser un deber. Pero son más frecuentemente utilizadas para gratificar el apetito, y en presencia de un convicción secreta de que no sólo son innecesarios sino totalmente injuriosos. Esto es indulgencia que constituye pecado. Es imposible que tal indulgencia consista en arrepentimiento. Una mente así debe ser impenitente, o no hay tal cosa como impenitencia.

8. Un espíritu de justificación de uno mismo es otra evidencia de impenitencia. Esta manifestación debe directamente ser opuesta a aquello que el alma verdaderamente penitente hará.

9. Un espíritu de inventar excusas por descuidar el deber es también una evidencia concluyente de un corazón impenitente. El arrepentimiento implica ceder todas las excusas de desobediencia, y una obediencia sincera en todas las cosas. Desde luego, cuando hay una disposición manifiesta para inventar excusas por no ser todo lo que Dios nos requiere ser, es seguro que hay, y debe haber un estado mental de impenitencia. Es guerra con Dios.

10. Una falta de sinceridad en cualquier asunto moral relacionado con el yo también traiciona un corazón impenitente. Un estado penitente de la voluntad está comprometido a saber y a abrazar toda verdad. Por tanto, un estado mental prejuicioso y falto de sinceridad debe ser inconsistente con la penitencia, una manifestación de prejuicio debe evidenciar impenitencia presente. Una falta de disposición a ser examinado, y que todas nuestras palabras y modos de comportarnos tengan que ser llevados a la luz de la verdad, y ser reprobados cuando estamos en error, es una indicación segura de un estado impenitente de la mente. "Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios" (Jn. 3:20-21).

11. Sólo la reforma parcial de vida también indica que el corazón no ha abrazado el todo de la voluntad de Dios. Cuando hay una disposición manifiesta para consentir algún pecado, no importa qué tan pequeño, es evidencia segura de impenitencia de corazón. El alma penitente rechaza el pecado como pecado; desde luego, cada tipo y grado de iniquidad es quitada, resistida y aborrecida. "Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos" (Stg. 2:10). Es decir, si un hombre en algún punto inequívocamente peca o desobedece a Dios, es seguro que verdaderamente desde el corazón no lo obedece en nada. No tiene un estado obediente de la mente. Si de veras tuviera un respeto supremo a la autoridad de Dios, no podría obedecerlo en todas las cosas. Si por tanto se encuentra que un profesante de penitencia no manifiesta un espíritu de obediencia universal; si en algunas cosas es con claridad a sí mismo indulgente, puede saberse que está en pecado, y que aún está "en hiel de amargura y en prisión de maldad" (Hch. 8:23).

12. Descuidar o rehusar confesar y restituir, hasta donde la oportunidad y la habilidad son disfrutadas, es también una indicación segura de un estado injusto e impenitente de la mente. Parecería imposible para que un alma penitente no viera inmediatamente y fuera impresionada con el deber de hacer confesión y restitución a aquellos que han sido lastimados por ella. Cuando esto es rehusado o rechazado, debe haber impenitencia. El corazón controla la vida por una ley de necesidad, cuando, por tanto, hay un corazón que confiesa y abandona el pecado, es imposible que esto no deba aparecer en la confesión y restitución externas.

13. Un espíritu de codicia, o de aferrarse al mundo, es una indicación segura de impenitencia. La codicia es idolatría. Es tener hambre o tener sed y devoción al mundo. La codicia consentida debe ser una prueba positiva de un estado de impenitencia de la mente. Si cualquiera ama el mundo, ¿cómo habitará el amor de Dios en él?

14. Una falta de interés, y de compasión por los pecadores es una indicación segura de impenitencia. Si uno ha visto su propia culpa y ruina, y se ha encontrado él mismo hundido en la fosa horrible y en la ciénaga de sus abominaciones, y ha encontrado la forma de escaparse, para sentir profundamente por los pecadores para manifestar una gran compasión y preocupación por ellos, y un celo por su salvación, es tan natural como respirar. Si esta simpatía y celo no son manifestadas, podemos estar seguros de que aún hay impenitencia. Hay una falta total de amor a Dios y a las almas que siempre está contenido en el arrepentimiento. ¿Acaso no ven a un convertido profeso a Cristo cuyas compasiones no son movidas, y cuyo celo por la salvación de las almas no es despertado? Estén seguros que guardan a un hipócrita.

15. La pereza espiritual o la indolencia es otra evidencia de un corazón impenitente. El alma que rigurosamente se vuelve a Dios y se consagra ella misma a él, y se compromete a sí misma a promover la gloria de Dios en la edificación de su reino, será cualquier cosa menos perezosa. Una disposición para el ocio espiritual, o la holgazanería o la indolencia de cualquier clase, es una evidencia de que el corazón es impenitente. Podría ampliar en el tema, pero lo que se ha dicho debe ser suficiente para esta enseñanza y para darles una idea para que ustedes puedan detectar la sinuosidad y el error del corazón impenitente.

 

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