LA VERDAD DEL EVANGELIO

TEOLOGÍA SISTEMÁTICA

por Charles G. Finney

 

 Capítulo 12

 ¿Qué constituye la desobediencia a la ley moral?

Al tratar esta pregunta…

I. Mostraré en qué no puede consistir la desobediencia a la ley moral.

1. No puede consistir en malevolencia, o en la elección del mal o la miseria como un fin soberano. Esto parecerá, si consideramos, que el fin implica la elección de esto, no por ninguna razón, sino por una razón y por su propio valor intrínseco, o porque la mente la aprecia mucho por su propia cuenta. Pero los agentes morales están tan constituidos que no pueden considerar la miseria como intrínsecamente valiosa, ni apreciarla por su cuenta propia.

2. La desobediencia a la ley moral no puede consistir en la constitución de alma y cuerpo. La ley no nos ordena tener una cierta constitución, ni nos prohíbe tener la constitución con la cual llegamos a existir.

3. No puede consistir en un estado inevitable, ya sea de la sensibilidad, o de la inteligencia, pues estos, como hemos visto, son involuntarios y dependen de los actos de la voluntad.

4. No puede consistir en acciones externas, independientes del diseño con las que son puestas en acción, pues éstas, como hemos visto, están controladas por las acciones de la voluntad, y, por consiguiente, no pueden tener carácter moral en sí mismas.

5. No puede consistir en inacción, pues la inacción total es imposible para un agente moral. Los agentes morales son necesariamente activos. Es decir, no pueden existir como agentes morales sin elección. Deben, por una ley de la necesidad, elegir ya sea de acuerdo con la ley de Dios o en oposición a ésta. Son libres de elegir en cualquier dirección, pero no son libres de abstenerse de elegir en total. Deben elegir. La posesión del libre albedrío, y la percepción de objetos opuestos de elección, sea el deseo incitado, o el desarrollo de la afirmación racional de la obligación para elegir, la elección es inevitable de una u otra forma. La ley dirige cómo debe elegirse. Si no eligen así, debe ser porque escogieron de otra manera y no porque no hayan escogido.

6. No puede consistir en la elección de mal moral, o pecado, como fin soberano. El pecado sólo es un elemento o atributo de elección o de intención, o es intención en sí misma. Si es intención en sí misma, entonces hacer del pecado un fin de intención, sería hacer de la intención o la elección que terminase en sí misma, y que el pecador deba elegir su propia elección, o procurar su propia intención como un fin: esto es absurdo.

7. La desobediencia a la ley moral no puede consistir en amor de uno mismo. El amor de uno mismo es simplemente el deseo constitucional de la felicidad. Es todo junto un estado voluntario. No tiene, como un deseo, carácter moral no más que el deseo por la comida. No es más pecaminoso el desear la felicidad y propiamente buscarla como el que esté mal el desear la comida y propiamente buscar eso.

II. Lo que debe consistir la desobediencia a la ley moral

La desobediencia a la ley de Dios debe consistir en la elección de gratificación de uno mismo como un fin. En otras palabras, debe consistir esencialmente en comprometer a la voluntad, y a través de la voluntad comprometer todo el ser, a la indulgencia del amor de uno mismo como el fin soberano y supremo de la vida. Esto es egoísmo. En otras palabras, es buscar gratificar el deseo del bien personal en una manera prohibida por la ley de Dios. Consiste en elegir la gratificación de uno mismo como un fin, o por su propia causa, en vez de elegir el bienestar supremo de Dios y del universo como un fin soberano de acuerdo con la ley de la razón y de Dios. En otras palabras, el pecado, o la desobediencia a la ley moral, consiste en la consagración del corazón y de la vida para la gratificación de los deseos constitucionales y deseos artificiales en lugar de la obediencia a la ley de la inteligencia. O, una vez más, el pecado consiste en ser gobernado por los impulsos de la sensibilidad en lugar de ser gobernado por la ley de Dios como se revela en la razón.

El que esto sea pecado, y que todo el pecado se vea en sus principios germinativos, aparecerá si consideramos…

1. Que este estado mental, o esta elección es la mente puesta en la carne, o el ocuparse de la carne, que el apóstol afirma que es "enemistad contra Dios" (Ro. 8:7). Es la representación universal de la escritura que el pecado consiste en el espíritu de búsqueda propia. Este espíritu de búsqueda propia está siempre en la Biblia representado como el contraste o lo opuesto de la benevolencia desinteresada o el amor que requiere la ley. "[Israel] da fruto abundante para sí mismo" (Os. 10:1) es la suma de los cargos de Dios contra los pecadores.

2. Cuando lleguemos a la consideración de los atributos del egoísmo, se verá que cada forma de pecado, no sólo puede, sino que debe convertirse en sí misma en egoísmo, tal como hemos visto que cada forma de virtud se convierte y debe convertirse en sí misma en amor o benevolencia.

3. Por las leyes de su constitución, la mente debe encerrarse ante la necesidad de aquello, como fin soberano, que está considerado por la mente como intrínsecamente bueno o valioso en sí mismo. Ésta es la misma idea de elegir un fin, tener la sagacidad, de algo escogido por su propia causa, por lo que es en sí mismo, o porque está considerado por la mente como intrínsecamente valioso en sí mismo, o por ser en general o ambos.

4. Los agentes morales están, por tanto, confinados a la necesidad de querer el bien de ser, ya sea parcial o imparcialmente, ya sea de bien para el yo, o de bien del ser en general. Nada puede ser posiblemente escogido como un fin o por su propia causa. Querer el bien de ser imparcialmente, hemos visto, es virtud. Quererlo parcialmente es quererlo, no por su propia causa, excepto por la condición de su relación con el yo. Es decir, es querer el bien del yo. En otras palabras, es querer la gratificación del yo como un fin en oposición a querer el bien del ser universal como un fin, y cada bien, o el bien de cada ser según su valor intrínseco.

5. Pero ¿no querrá uno el bien de una parte de ser como un fin, o a causa del valor intrínseco de su bien? Esto no sería benevolencia porque aquello, como hemos visto, debe consistir en querer el bien por su propia causa e implica el querer de cada bien, y el bien supremo del ser universal. No sería egoísmo, como no sería querer el bien o la gratificación del yo. Sería pecado puesto que sería amor parcial o la elección del bien. Sería amar algo de mi prójimo pero no todo. Sería, por tanto, pecado, pero no egoísmo. Si esto puede ser, entonces tal cosa sería posible realmente o no, como el pecado que no consista en egoísmo. Pero examinemos si esta suposición puede convertirse en sí misma en egoísmo.

Decir que escojo el bien por su propia causa, o porque es valioso para el ser, es decir, en obediencia a la ley de mi razón, y de Dios, implica que escojo todo el bien posible, y cada bien según su valor relativo. Si, entonces, un ser escoge su propio bien, o el bien de cualquier ser como un fin soberano, en obediencia a la ley de la razón, debe ser que escoge, por la misma razón, el bien supremo posible de todo ser consciente.

La elección parcial del bien implica su elección, no meramente por su propia causa, pero a condición de sus relaciones con el yo, o de ciertas personas en particular. Sus relaciones condicionan la elección. Cuando las relaciones con el yo condicionan la elección, o para que sea elegido, no por su valor intrínseco, sin consideración de sus relaciones, sino por sus relaciones con el yo, esto es egoísmo. Es la elección parcial del bien. Si escojo el bien de otros además del mío, y escojo el bien debido a sus relaciones con ellos, debe ser ya sea…

(1) porque amo a sus personas con el amor de afecto y quiero su bien por esa razón, es decir, para gratificar mi afecto por ellos, que es egoísmo, o...

(2) debido a sus relaciones conmigo para que el bien hacia ellos sea de alguna manera bien para mí el cual también es egoísmo, o…

(3) a condición de que sean dignos, lo cual es benevolencia porque si quiero el bien para un ser con la condición de que sea digno, debo valorar el bien por su propia causa y quererlo particularmente para él porque lo merece. Esto es benevolencia y no la elección parcial del bien porque es obedecer la ley de mi razón.

De nuevo: si quiero el bien de cualquier cantidad de seres, debo hacerlo en obediencia a la ley ya sea de mi inteligencia y de Dios, o de mi sensibilidad. Pero, si quiero en obediencia a la ley de mi inteligencia, debe ser la elección del bien supremo del ser universal. Pero si quiero en obediencia a la ley o al impulso de mi sensibilidad, debe ser para gratificar mis sentimientos o deseos. Esto es egoísmo.

De nuevo: Como la voluntad debe seguir ya sea la ley de la razón y de Dios, o los impulsos de la sensibilidad, se deduce que los agentes morales están encerrados en la necesidad de ser egoístas o benevolentes, y que no hay una tercera forma, porque no hay tercer medio a través del cual cualquier objeto puede ser presentado. La mente no puede saber nada como un objeto de elección que no esté recomendado por una de estas facultades. El egoísmo, entonces, y la benevolencia, son sólo dos alternativas.

Recuérdese, entonces, que el pecado es una unidad y siempre y necesariamente consiste en intención egoísta soberana y nada más. Esta intención es pecado, y así, vemos que cada fase del pecado se convierte en sí misma en egoísmo. Esto aparecerá más y más en tanto procedamos a descubrir el sujeto de depravación moral.

 

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