LA VERDAD DEL EVANGELIO
LA RELIGIÓN LEGAL: LOS PRINCIPIOS DEL TEMOR

Por Charles G. Finney

 

"¿Quién está de parte de Jehová?" --Éxodo 32:26

La conducta de los hombres invariablemente muestra lo que es su verdadero diseño principal en la vida. El carácter de un hombre es como su objeto supremo es. Si pueden aprender por su conducta cuál es el objeto guiador, entonces pueden saber con certeza cuál es su carácter.

Para aquellos motivados por el amor a sí mismos o egoísmo, la esperanza y el temor son las fuentes principales de todo lo que hacen en la religión. Estas personas actúan por una consideración para su propio bien y temor al mal. La esperanza de la ventaja para ellos es el fundamento de toda su conducta.

Hacen del Señor una consideración secundaria. Su conducta muestra que no consideran el cristianismo como el asunto principal de vida, sino como subordinado a otras cosas. Consideran a la religión algo que debe venir y encontrar un lugar entre otras cosas, en vez de un asunto del Día del Señor para estar confinados a un lugar de oración. El cristianismo y las actividades cotidianas son considerados como asuntos enteramente separados.

Si tuvieran las posturas correctas del asunto, considerarían el asunto del Señor el único asunto lícito en la vida. Entonces el cristianismo caracterizaría todo lo que hicieron y obviamente sería un acto de obediencia.

DANDO CHASQUIDO DE LÁTIGO DE LA CONCIENCIA

La gente motivada por egoísmo realiza sus deberes religiosos como una tarea. Alguien así no se deleita en la comunión con Dios. Hace oración como una tarea. Hace sus deberes religiosos como la gente enferma toma medicina--no porque lo amen sino porque esperan que se derive algún beneficio para él.

Poseen un espíritu legal y no un espíritu del evangelio. Hacen lo que están obligados a hacer por el Señor y no lo que les encanta hacer. Obedecen los mandamientos de Dios pero no los aman. Siempre preguntan en relación al deber, no cómo pueden hacer el bien, sino cómo pueden ser salvos. La diferencia entre ellos es la misma como entre el pecador redargüido y un convertido de verdad. El pecador convencido pregunta: "¿Qué debo hacer para ser salvo?" El convertido de verdad pregunta: "Oh Señor, ¿qué quieres que haga?"

El temor, mucho más que la esperanza, los motiva. Realizan sus deberes en general porque no se atreven a omitirlos. Van a la comunión no porque amen a Cristo o a sus hermanos, sino porque no se atreven a alejarse. Temen la crítica de la Iglesia, o tienen miedo que serán condenados si la descuidan. Oran no porque disfruten de la comunión con Dios, sino porque no se atreven a descuidarla. Tienen el espíritu de esclavo y sirven a Dios como esclavos, temiendo ser azotados.

Estos "creyentes" sienten como si estuvieran obligados a realizar muchos deberes religiosos, o ser azotados por la conciencia, y perder sus esperanzas. Por tanto, dolorosa y laboriosamente realizan muchas obras al año, y a eso le llaman cristianismo.

Su religión no sólo se produce por temor a la desgracia o temor al infierno, es en su mayoría de carácter negativo. Se satisfacen con no hacer nada que sea muy malo. Al no tener posturas espirituales, consideran la ley de Dios en su mayoría un sistema de prohibiciones para guardar a los hombres de ciertos pecados en vez de un sistema de benevolencia realizada por amor. Si son morales en su conducta, relativamente serios y decentes en su actitud general, y realizan la cantidad requerida de ejercicios religiosos, están satisfechos.

Su conciencia los acosa, no tanto por los pecados de omisión como los pecados de comisión. Hacen la distinción de descuidar hacer lo que Dios positivamente les requiere y hacer lo que Dios positivamente prohíbe. Lo más que pueden decir de ellos es que no son malos. Parecen pensar muy poco o nada de ser útiles para la causa de Cristo siempre y cuando no puedan ser redargüidos de cualquier transgresión positiva.

Donde se tienen mentes iluminadas y conciencias tiernas, con frecuencia ven a los más estrictos "creyentes". Diezman todo y son fariseos perfectos, llevando todo a los extremos más grandes en lo que se refiere a la severidad.

Pero pese a toda la severidad de ellos, no pueden evitar darse cuenta que son después de todo grandes pecadores, y sin tener sentido justo de la justificación del evangelio, esto los hace muy infelices. A más tierna e iluminada es su conciencia, más infelices son. Pese a la severidad de ellos, se sienten que no han cumplido su deber. No teniendo evangelio de fe o la unción del Espíritu Santo que trae paz al alma, están insatisfechos, incómodos y son miserables.

Quizá muchos de ustedes han visto a gente así. Quizá algunos de ustedes son así, y nunca han sabido lo que es sentirse justificados ante Dios a través de la sangre de Jesucristo. No saben lo que es sentir que Jesucristo los ha aceptado y hecho como suyos. Nunca sintieron en sus mentes lo que se habla en el texto: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Romanos 8:1).

¿Acaso tal lenguaje lleva esa realidad a ustedes porque lo experimentan en su alma?, o ¿se sienten, después de todo, condenados y culpables con ningún sentido de pecado indultado y ninguna paz con Dios o confianza en Jesucristo?

ESPERANZAS CÓMODAS

Los legalistas son animados y motivados por leer sobre los santos que cayeron en grandes pecados. Se sienten maravillosamente instruidos y edificados cuando oyen los pecados del pueblo de Dios exhibidos en una luz fuerte. Entonces ellos se consuelan y sus esperanzas son maravillosamente fortalecidas. En vez de humillarse y angustiarse, sintiendo que esa conducta es tan contraria al cristianismo que apenas creen que fueron santos si no se hubiera encontrado en la Biblia, se sienten gratificados y fortalecidos por estas cosas. Una vez conocí a un anciano que fue llevado ante la junta de la iglesia por el delito de adulterio. Se excusó diciendo: "No sabía que se me esperaba ser mejor que David, el hombre tras el corazón de Dios".

Muchos cristianos profesantes están complacidos si el ministro adopta un patrón bajo y está listo para esperar que casi todos sean cristianos. Es fácil ver por qué son complacidos con tal exhibición de cristianismo--sirve el diseño principal y les ayuda a mantener lo que llaman "esperanza cómoda", aunque hagan muy poco para Dios.

Opuesto a ellos está el hombre, cuyo diseño principal es quitar al mundo de pecado. Quiere que todos los hombres sean santos y quiere tener un verdadero patrón de santidad levantado. Quiere que todos los hombres sean salvos, pero sabe que no pueden ser salvos si no son verdaderamente santos. Un hombre recto sólo tan pronto pensaría de Satanás yendo al cielo como teniendo a un hombre ahí abaratando el patrón de santidad de la Biblia.

La gente egoísta es afecta a la doctrina de la perseverancia de los santos y la doctrina de la elección. Con frecuencia, todo lo que quieren es lo que llaman doctrinas de gracia. Si estas doctrinas pueden predicarse cómodamente sin amenazar demasiado sus conciencias, entonces son alimentados.

A los legalistas les encanta tener a su ministro que predique sermones que alimentan a cristianos. Su objetivo principal es no salvar a pecadores, sino ser ellos mismos salvos. Por tanto, siempre eligen a un ministro no por su habilidad de predicar para la conversión de pecadores, sino por sus talentos para alimentar a la iglesia con puras abstracciones.

En sus oraciones, piden principalmente por la certeza de irse al cielo. Su gran objetivo es asegurar sus esperanzas. Oran por evidencia en vez de orar que su fe pueda ser fortalecida y sus almas llenas del Espíritu Santo para sacar a los pecadores del fuego.

Ponen ellos gran énfasis en sus emociones. Si, en algún momento, tienen sentimientos religiosos internos, moran en ellos y hacen que esta evidencia dure mucho tiempo. Una temporada de entusiasmo sostendrá sus esperanzas siempre y cuando puedan recordar distintivamente. No importa si no están haciendo nada ahora, pues recuerdan el tiempo cuando tenían esos sentimientos y eso mantiene sus esperanzas con vida.

Si ha habido un avivamiento, y se involucran tanto que podrían llorar, orar y exhortar con sentimiento, tendrán una esperanza cómoda por años en la fuerza de eso. Luego que acaba el avivamiento, no hacen nada para promover el cristianismo y sus corazones se endurecen. Tienen una esperanza cómoda, pacientemente esperando un avivamiento para ir y que les den otra emoción.

Si pudieran escuchar por la puerta de su lugar de oración, oirían ocho décimas de todas sus peticiones siendo para ellos. Muestra cuánto valoran su propia salvación en comparación con la salvación de otros. En la reunión de oración será con frecuencia lo mismo. No supondrían, por sus oraciones, que supieran ellos que hay un pecador yendo hacia el infierno. Oran por ellos mismos como lo hacen en su lugar privado de oración, sólo ligan el resto de la iglesia con ellos y dicen nosotros.

VIVIR PARA HONRAR A DIOS

La gente egoísta es más ansiosa de ser preparada a morir que salvar pecadores alrededor de los. Si piden por el Espíritu de Dios, lo quieren para prepararse para morir. Comparen esto con la oración de David: "Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti" (Salmo 51:13).

¿Cuántos de ustedes son de este tipo? Un individuo que hizo su objeto más absorbente para hacer el bien y salvar a los pecadores no pensaría mucho sobre cuánto, dónde, o cómo morirá en cuanto a cómo puede hacer más bien mientras viva. Y en cuanto a su muerte, se la deja a Dios. Desde hace mucho le ha dado su alma a él. Ahora la gran pregunta no es "¿cuándo moriré?", sino "¿cómo viviré para honrar a Dios?"

Muchos cristianos profesantes se caracterizan por un temor al castigo y una despreocupación para el pecado. Los verdaderos amigos de Dios y el hombre tienen más miedo al pecado que al castigo. No piden: "si hago eso, ¿seré castigado?" En su lugar, hacen la pregunta que Josué hizo: "¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?" (Génesis 39:9). Esto fue el espíritu de un hijo de Dios--tanto miedo a pecar que no tuvo ningún pensamiento al castigo.

Los convertidos falsos consienten el pecado si pueden persuadirse ellos mismos que Dios los perdonará, o cuando piensan que pueden luego arrepentirse. Con frecuencia razonan de esta forma: "El pastor hace eso" o "los ancianos hacen eso, entonces ¿por qué no haré lo mismo?" Temen el castigo, no el pecado. Saben que pecan, pero esperan escapar el castigo. Esto es contrario al espíritu de los verdaderos amigos de Dios, cuyo objeto absorbente es quitar todo el pecado del mundo. Gente así no tiene miedo del infierno mientras está cometiendo pecado.

La gente egoísta es más afecta a recibir el bien que hacer el bien. Esta gente no tiene el verdadero evangelio. Nunca han entrado en el Espíritu de Jesucristo: "Más bienaventurado es dar que recibir" (Hechos 20:35). Una persona que actúa por el verdadero amor a Dios y el hombre disfruta lo que hace para beneficio de otros muchos más que aquellos que reciben el bien de la mano de él. Es benevolente y es gratificante para él mostrar bondad. Su corazón está puesto en eso, y cuando puede hacerlo, un gozo santo es derramado sobre su mente.

La otra clase está más ansiosa por recibir. Quieren recibir instrucción más que impartirla. Quieren recibir consuelo, pero nunca están listos para negarse a sí mismos para dar los consuelos del evangelio a otros. Cuán directamente contrario es al espíritu del evangelio, que encuentra su felicidad suprema en comunicar felicidad a otros, pero estas personas quieren que todos impartan felicidad a otros en vez de esforzarse para bendecir a otros. Estas dos clases de caracteres son tan opuestos como la luz y la oscuridad.

La gente egoísta en general tiene miedo al infierno, y cuando son redargüidos fuertemente, tiene miedo que otros se vayan a ir ahí también. Buscan la felicidad para ellos mismos, y cuando el yo no se interpone en el camino, buscan lo mismo para otros. Oran por los pecadores, no porque tengan un sentido del mal que los pecadores están cometiendo, sino porque tienen un sentido de terror del infierno. Quieren que los pecadores se conviertan porque están en peligro, no porque deshonran a Dios. Su gran objetivo en orar es procurar la seguridad por lo que ellos oran, como su gran objetivo de vida es procurar su propia seguridad. Se compadecen de sí mismos, y de los demás. Si no hubiera peligro, no tendrían ningún motivo para orar por ellos mismos o los demás.

Los verdaderos amigos de Dios y el hombre sienten compasión por los pecadores también, pero están mucho más preocupados por honrar a Dios. Se angustian más al ver a Dios deshonrado e insultado que ver a los pecadores ir al infierno. Si Dios tiene que ser deshonrado por siempre o los hombres irse al infierno, ellos decidirán que los pecadores deben hundirse en un tormento eterno más pronto que Dios sufra deshonra.

Los verdaderos santos expresan sus sentimientos en sus oraciones. Los oyen orar por los pecadores como rebeldes en contra de Dios--criminales culpables que merecen la ira eterna. Mientras están llenos de compasión por los pecadores, sienten una indignación santa contra ellos por su conducta hacia el Dios bendito.

Los convertidos falsos están aptos para hablar mucho sobre sus dudas. Esto hace una gran parte de su historia, y no están preparados para hacer algo por el Señor debido a estas dudas. Si el diablo en cualquier momento sugiere que los verdaderos amigos de Dios y el hombre van a ir al infierno, la primera respuesta que piensan es "¿Qué si debo ir? Sólo déjenme sacar pecadores del fuego mientras pueda".

Desde luego, un cristiano real puede tener dudas, pero son mucho menos aptos a tenerlas si están plenamente inclinados a salvar a pecadores. Será muy difícil trabajar para Satanás para lograr una iglesia activa que esté preocupada con dudas.

REGOCIJARSE EN LA NEGACIÓN DE SÍ MISMO

La gente egoísta está inquieta por las llamadas incesantes de negarse a sí mismo. Lo bueno que podría hacerse no cabe en sus pensamientos porque moran en lo que tendrían que rendir.

Estos ataques agresivos en el reino de la oscuridad angustian a los falsos convertidos. Su objetivo era encontrar y desaparecer todo lo deshonroso para Dios o injurioso para el hombre. Nunca determinaron aclarar cada mal para el alma o cuerpo de la tierra. Por tanto, están angustiados por aquellos que de verdad están comprometidos para encontrar y eliminar el mal.

Cuando los legalistas son llamados a negase a sí mismos por la causa de hacer el bien, en vez de que sea algo grato, les causa dolor. Tal persona no sabe nada del gozo de la negación de sí mismo. No puede entender cómo cualquiera se puede regocijar en negarse a sí mismo por la causa de hacer el bien a otros. Piensa que está en la cúspide del cristianismo que no ha obtenido.

Sin embargo, el verdadero amigo de Dios y el hombre, cuyo corazón está determinado a hacer el bien, nunca disfruta gastar el dinero tan como cuando da para promover el Reino de Cristo. Si realmente es santo, sabe que es lo mejor que puede hacer. Incluso se lamenta de usar su dinero para cualquier cosa cuando hay muchas oportunidades de hacer el bien con él.

Si un individuo tiene su corazón puesto en algo, todo el dinero que pueda ahorrar de otro objetivo es agradable para él. A más ahorro de otros objetivos por esa causa, mucho más feliz él es. Si ve que es difícil dar dinero al Señor, su corazón no está puesto en dar. Si estuviera, daría su dinero con gozo.

¿Qué pensarían de un hombre que protestara contra dar dinero a la iglesia y sin embargo se entusiasmara por las misiones? Después de pedir dinero, él nunca daría ni cinco dólares. Es obvio que su corazón no está realmente puesto en la causa de Cristo. Si estuviera, daría su dinero tan libremente como el agua.

Estos convertidos falsos no están preocupados en promover avivamientos. Siempre se les tiene que obligar a la obra. Cuando un avivamiento empieza y el entusiasmo es grande, llegan y parecen estar entusiasmados, pero nunca los verán tomar iniciativa o hacer algo novedoso.

De hecho, esos hipócritas no convierten a los pecadores para Dios. Pueden hacer el bien--de varias maneras--y entonces Satanás puede hacer buenas obras, pero como algo general, no sacan a los pecadores del fuego. La razón es que esto no es su gran objetivo. ¿Qué de ustedes? ¿Tienen éxito en convertir a pecadores? ¿Hay alguien que los ve como instrumento de su conversión? Si realmente están encendidos, estar satisfechos sin hacerlo, y trabajarían con tal dedicación y oración agonizante que lo harían.

¿A QUIÉN SIRVEN?

La gente egoísta no muestra mucha angustia cuando descubren un pecado. No lo reprenden. Les encanta mezclarse en escenas donde el pecado se comete, y pueden oír y unirse en conversación vana. Su espíritu es mundano, y les encanta la compañía mundana. En vez de odiar incluso la mancha de la vestidura con la carne, les encanta andar por los confines del pecado como si les satisficiera.

Si cualquiera de las misiones está en necesidad, ni lo sienten ni lo saben. Si las misiones prosperan, no les interesa. Es muy probable que no lean ninguna literatura cristiana. O, si la leen, sólo leen las noticias triviales. El verdadero amigo de Dios y el hombre, por otro lado, les encanta saber de los avivamientos y misiones. Cuando oyen que el Señor ha derramado su Espíritu en una misión. Un gozo brillante surge a través de él.

Los amantes del yo apuntan a cualquier cosa más alta que una religión legal, dolorosa y negativa. El amor de Jesús no los constriñe para la batalla constante contra el pecado y un deseo de hacer todo lo bueno en su poder. Lo que hacen es hecho porque creen que tienen que hacerlo, y mantienen una piedad formal, sin corazón y valor.

Si se propone una reunión prolongada, generalmente encontrarán a esa gente haciendo objeciones. Si otro esfuerzo especial se propone, asisten ellos a regañadientes y prefieren la "manera antigua". Se sienten enojados por ser obligados a añadir mucho cada año a su religión a fin de mantener su esperanza.

Esta gente egoísta no ora porque les encante orar; creen que su deber, y no se atreven a descuidarlo. La Biblia no es dulce a sus almas. No les gusta leer, como una persona disfruta de unas delicias exquisitas, sino la leen porque es su deber leerla. Saben que no está bien profesar ser cristianos y no leer la Biblia, pero la ven como un libro árido.

Excusas leves los alejan de las reuniones de oración. Nunca van a menos que vean que es necesario para mantener la apariencia o su esperanza. Y cuando van, en vez de tener sus almas derretidas y encendidas con amor, son fríos, apáticos e indiferentes--y les da gusto cuando acaba.

Sus corazones no agonizan con tales pensamientos como éstos: ¿Cuánto más prevalecerá la maldad? ¿Cuándo este mundo miserable será libre de pecado y muerte? En vez de eso, preguntan: "¿Cuándo me iré al cielo y seré libre de todos mis afanes y apuraciones?"

Esa religión describe la religión de la mayoría de los cristianos profesantes y son radicalmente defectuosos.

El verdadero cristianismo está lejos de eso. Difiere tanto del cristianismo como los fariseos difirieron de Cristo--tanto como el verdadero evangelio difiere de la religión legalista.

¿A cuál de estas clases pertenecen ustedes? Es eternamente importante que sepan con seguridad cuál es su verdadero carácter--si están motivados por el verdadero amor a Dios y el hombre, o si son religiosos por la consideración de ustedes mismos. ¿Son verdaderos amigos de Dios y el hombre o no? Contesten esto, y pónganse a trabajar para Dios.

 

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