LA VERDAD DEL EVANGELIO

LA SANTIDAD Y EL ESPÍRITU SANTO

Por Charles G. Finney 

"Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir." --Juan 16:7-13.

La influencia divina es necesaria para iluminar y purificar las mentes de los hombres, pero muy poco conocimiento del evangelio está disponible entre ellos, y ejerce comparativamente poca influencia. El evangelio apenas ha empezado a producir santidad en la tierra.

¿Necesitamos la influencia divina para obtener los fines del evangelio? Y si la necesitamos, entonces ¿en qué grado la necesitamos y por qué? Si nuestras mentes están indecisas sobre esta pregunta, lo estaremos en todos los temas que prácticamente conciernen nuestra santidad.

LA IMPORTANCIA DE ENTENDER

La mente del hombre puede entender aquellas abstracciones que conforman el esqueleto del evangelio&emdash;el ser y carácter de Dios, la autoridad divina e inspiración de las escrituras, y otras doctrinas fundamentales que conforman la estructura. Puede entender y ver la evidencia que las sostiene como verdaderas, así como pueden las teorías en la ciencia.

Un hombre por su razón puede entender la ley de Dios. Le requiere ejercer amor perfecto hacia Dios y otros seres. Puede entender esta obligación porque es un ser moral. Sabe por experiencia qué es el amor, pues ha ejercido el amor hacia objetos diferentes y puede, por tanto, formar y comprehender el fundamento y fuerza de la obligación moral y ver, en cierta medida, la extensión de su obligación de amar a Dios.

Asimismo, puede ver que es pecador y no puede ser salvo por sus propias obras. Ha quebrantado la ley y ésta no lo puede justificar. Sabe que, si fuera salvo, tiene que ser justificado mediante la misericordia pura. El entendimiento humano es capaz de saber todo el círculo de la teología como un sistema de proposiciones para ser recibidas y creídas, sobre evidencia, como cualquier otra ciencia.

Mas una razón sin ayuda no puede obtener cualquier conocimiento que produzca un cambio que santifique. Nuestro conocimiento de las cosas del cristianismo es defectivo sin la ayuda del Espíritu Santo, pues el entendimiento humano del evangelio carece de ciertas cosas para hacerlo disponible para salvación.

Tenemos que distinguir entre conocimiento que pueda estar disponible a uno que quiere amar y obedecer a Dios, y lo que está disponible al pecador completamente desinteresado en santidad. Uno que está dispuesto a hacer lo correcto sería influido por una postura mucho menos clara de los motivos que aquél dispuesto a hacer mal. Si el conocimiento obtenible por nuestras facultades presentes nos influye a hacer lo correcto, si no hubiera pecado en el mundo, es incierto. El conocimiento que Adán tuvo cuando en un estado de inocencia no lo influyó hacer lo correcto, pero ahora estamos hablando de cosas como están en el mundo, y tenemos que mostrar por qué los pecadores no pueden entender cosas divinas que los influyan amar y servir a Dios.

El conocimiento tiene que influir la mente. La voluntad tiene que ser controlada. Para hacerlo, la mente tiene que entender las cosas e incitar emoción, correspondiente al objeto a la vista. El puro intelecto nunca moverá al alma a actuar. Una abstracción meramente científica del intelecto que no incite cualquier emoción es incapaz de mover la voluntad.

Para influir a los pecadores a amar y obedecer a Dios, tienen que tener luz suficiente para incitar poderosamente a la mente y producir emociones fuertes. Las razones para la obediencia tienen que parecer fuertes y vívidas y tienen que someter el corazón rebelde de ellos y llevarlos voluntariamente a obedecer a Dios. Esto es conocimiento útil. Esto los hombres nunca pueden tener sin el Espíritu de Dios.

LIMITACIONES DE PERCEPCIÓN

Nuestras mentes están encerradas en el cuerpo y derivan la idea de los objetos externos a través de los sentidos. Por nosotros mismos nunca podemos obtener conocimiento suficiente de cosas espirituales o eternas para correctamente influir nuestra voluntad. Nuestros poderes corporales no fueron creados para eso. Todas las ideas que podemos tener del mundo espiritual son por analogía&emdash;figuras, parábolas, tipos, etc.&emdash;comparándolas con las cosas alrededor de nosotros. Todas las ideas comunicadas a nuestras mentes de esta manera son extremadamente imperfectas, y no obtenemos la verdadera idea.

Las palabras son meramente signos de ideas. No son ideas sino representantes de ideas. Es con frecuencia difícil, y a veces imposible, comunicar ideas por palabras. Tómese a un pequeño e intenten hablar con él. Con frecuencia es difícil obtener las ideas de ustedes a su mente. Tiene él que tener algo de experiencia de las cosas que están tratando de enseñar antes de que puedan transmitir ideas a él por palabras.

Imaginen que nacen ciegos y nunca han visto los colores. Entonces, supongan que trato de describirles una pintura hermosa y grandiosa. Ningún lenguaje podría usar que les permita formar un retrato de ella en su mente. Cualquier tema que tenemos que describir usando lenguaje figurado vendrá como defectuoso e inadecuado. Han oído descripciones de gente y lugares que pensaron que han retratado con precisión, pero cuando las ven, se dan cuenta que su concepción fue incorrecta.

Supongan que un individuo fuera a visitar este mundo de otro planeta, donde todo es al revés. Si aprendiera nuestro idioma y tratara de describir el mundo que ha dejado, lo entenderíamos según nuestras ideas y experiencias. Si la analogía entre dos mundos es imperfecta, nuestro conocimiento de las cosas ahí, por esa descripción, sería imperfecto en proporción. Así, cuando encontramos descripciones en la Biblia del cielo, infierno o cualquier cosa en el mundo invisible, no podemos tener ideas verdaderas de la realidad por meras palabras.

ROMPER OBSTÁCULOS

La maldad de nuestros corazones pervierte nuestro juicio y cierra nuestras mentes a lo mucho que pudiéramos entender. Cuando la mente de un hombre está tan pervertida sobre cualquier tema que niegue la evidencia concerniente a eso, no puede llegar al conocimiento de la verdad. Éste es nuestro caso en cuanto al cristianismo. La perversidad de nuestro corazón no permite la luz para que el intelecto no capte y no pueda captar las ideas que pudieran de otra manera obtenerse.

El prejuicio es un gran obstáculo para la recepción de conocimiento correcto referente al cristianismo. Tómese el caso de los discípulos. Tenían prejuicios judíos fuertes con respecto al plan de salvación&emdash;tan fuertes que todas las instrucciones de Cristo mismo no pudieron hacerles entender la verdad. Luego de enseñarles por tres años, aún no podía lograr que sus mentes poseyeran el primer principio del evangelio.

Hasta su muerte, Jesús no podía hacerles ver que tenía que morir y resucitar de los muertos. Por tanto, dice en su última conversación: "si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré". Esto fue el plan de ellos de irse&emdash;que el Espíritu de Verdad pudiera venir y ponerlos en posesión de las cosas que quiso decir por las palabras que usó para enseñarles.

La verdad general es ésta: sin la iluminación divina, los hombres pueden entender de la Biblia lo suficiente para acusarlos y condenarles, pero no lo suficiente para santificarlos y salvarlos.

Algunos pueden preguntar: Entonces, ¿cuál es el uso de la revelación? La Biblia es tan clara como puede ser. Jesús dio instrucciones a sus discípulos tan claramente como pudo, como un padre haría a su hijo pequeño, pero sin la iluminación divina, la razón sin ayuda del hombre nunca obtuvo ni obtendrá algún conocimiento útil del evangelio.

La dificultad yace en el asunto. La Biblia contiene el evangelio tan claro como puede ser. Contiene signos de ideas, en cuanto el lenguaje puede representar las cosas del cristianismo. Ningún idioma más que el lenguaje figurado puede ser usado para este propósito. Y esto por siempre será inadecuado para poner a nuestras mentes en posesión de las cosas mismas. La dificultad está en nuestra ignorancia, pecado, y la naturaleza del asunto. Es por eso, necesitamos iluminación divina&emdash;obtener conocimiento del Espíritu Santo del evangelio.

El Espíritu de Dios solo puede darnos esa iluminación. La Biblia dice "nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo" (1 Corintios 12:3). La proposición abstracta de la Deidad de Cristo puede ser probada como un asunto de la ciencia, pero sólo el Espíritu Santo puede poner a la mente en posesión de la idea que Cristo es Dios. Sólo él puede santificar el corazón.

"Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí" (Juan 6:44-45). Aquí es evidente que la descripción de la que se habla es la enseñanza por el Espíritu Santo. Tienen que ser enseñados por Dios y aprender del Padre antes que tengan el conocimiento de las cosas del cristianismo requerido para ir a Cristo.

EL ESPÍRITU DE VERDAD

Jesús dijo, " Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré". La palabra, Paracletos, aquí traducida Consolador, significa propiamente un "Ayudador" o "Maestro".

"Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir" (Juan 16:7-13).

Y en el capítulo catorce, el Salvador dice: "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros" (Juan 14:16-17).

De nuevo, en el versículo veintiséis, Jesús dice: "Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Juan 14:26). Aquí ven que el oficio del Espíritu Santo es instruir a la humanidad en cuanto a las cosas de Jesús.

Nadie más que el Espíritu de Dios puede suplir esa necesidad. Ninguna enseñanza por palabras, sea por Jesucristo, por sus apóstoles, o por algún maestro que venga de los sentidos, puede poner a la mente en posesión de las cosas espirituales. Necesitamos a alguien que nos enseñe que no dependa de palabras o del medio de los sentidos. Necesitamos alguna manera en la que las ideas mismas puedan ser llevadas a nuestras mentes, no meramente por los signos de ideas. Esto puede hacer el Espíritu de Dios.

Es algo que nunca sabremos en este mundo cómo hace eso el Espíritu de Dios, pero el hecho es innegable&emdash;Él puede alcanzar la mente sin el uso de palabras y poner nuestras mentes en posesión de las ideas mismas. Tipos, figuras, y palabras son sólo representaciones imperfectas. El carácter humano puede sólo apelar a nuestros sentidos y es imposible poseernos de ideas que nunca hemos experimentado.

Mas el Espíritu de Dios, teniendo acceso directo a la mente, puede, a través del signo externo, impartir ideas reales a nosotros. El Espíritu de Dios instantáneamente nos revela el pasaje de la escritura que, en todo nuestro estudio y esfuerzo, nunca podríamos haber entendido.

Tómese de nuevo el caso de una pintura en la pared. Supongan que la congregación fuera ciega, y yo estuviese tratando de describir la pintura. Ahora supongan que mientras estaría tratando de hacerles entender las varias distinciones y combinaciones de colores, de repente sus ojos fueran abiertos. Ellos podrían entonces ver por sí mismos aquello que estaba en vano tratando de llevar a sus mentes con palabras. El Espíritu Santo abre el ojo espiritual y lleva las cosas que tratamos de describir por analogía y signos ante la mente y la pone en posesión completa de aquello como es.

Nadie más que el Espíritu de Dios conoce las cosas lo bastante bien para darnos la idea de aquellas cosas correctamente. "Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? (1 Corintios 2:11). Puedo hablar a su conciencia&emdash;siendo hombre y sabiendo las cosas de un hombre, pero no puedo hablar estas cosas a la conciencia de una bestia, y la bestia no puede hablar estas cosas.

Igualmente, la Biblia dice: "Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Corintios 2:11). El Espíritu de Dios, sabiendo de la conciencia las cosas de Dios, posee un tipo de conocimiento diferente de estas cosas que otros seres puedan poseer. Él, por tanto, nos puede dar la instrucción que necesitamos, que ningún otro ser puede dar.

EL INSTRUCTOR DIVINO

La influencia necesitada del Espíritu de Dios puede ser poseída por los hombres, bajo el evangelio. Dios está más dispuesto para dar su Espíritu Santo a ellos que lo piden que los padres son para dar pan a sus hijos.

"Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá" (Mateo 7:7).

" Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis" (Mateo 21:22).

"Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá" (Marcos 11:24).

"Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada" (Santiago 1:5).

Si Dios ha hecho estas promesas ilimitadas para los hombres, entonces cualquiera que le pide puede tener tanta iluminación divina como ellos pidan.

Mas los hombres no tienen tanta iluminación divina como necesitan. No la piden en la manera o el grado que la necesitan. Piden mal o por motivos egoístas.

El apóstol Santiago dice: "Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites" (Santiago 4:3). Cuando un individuo tiene alguna otra razón que el deseo de glorificar a Dios, no debe esperar recibir iluminación divina. Si su objeto en el pedir al Espíritu Santo es felicidad, sabiduría en las escrituras, la importancia como cristiano, experiencia notable, o cualquier motivo egoísta, eso es buena razón para que no se reciba lo que se pide.

Supongan que una persona descuida su Biblia, pero le pide conocimiento a Dios. Eso es tentar a Dios. Dios da conocimiento a través de la Biblia, predicación, y otro medio indicados de instrucción. Si una persona no usa esos medios&emdash;cuando están en su poder&emdash;no importa cuánto oró, no debe esperar instrucción divina. "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios" (Romanos 10:17).

Una persona puede aprender el evangelio y recibir iluminación sobrenatural si está privado de los medios normales. Si estuviese en una isla desolada, puede recibir iluminación directa del Espíritu de Dios. Y puede recibirla en alguna otra circunstancia donde absolutamente no pueda tener acceso a los medios de instrucción. Algunos casos notables de este tipo han ocurrido.

Cuando era evangelista, participé en un avivamiento en un lugar donde había alemanes. Muchos de ellos no sabían leer. Cuando el evangelio fue predicado entre ellos, el Espíritu de Dios fue derramado, y siguió un avivamiento poderoso. Si una reunión era señalada en cualquier duda, todos irían juntos, llenaban la casa y escuchaban atentamente al predicador, que trataba de llenar sus mentes con el evangelio de verdad.

Una pobre alemana no sabía leer. En una de esas reuniones, contó su historia, que fue apoyada por sus vecinos. Con muchas lágrimas y un corazón lleno de gozo, dijo, "Cuando amé a Dios, añoraba leer la Biblia, y oraba, '¡Oh, Jesús! Tú puedes enseñarme a leer tu santa Biblia', y ¡el Señor me enseñó a leer! Había una Biblia en la casa, cuando había orado, y pensé que podía leer la Biblia. Agarré el libro y lo abrí, y las palabras eran como había oído a la gente leer. El Señor me ha enseñado a leer mi Biblia, bendito sea su nombre".

Aunque no conozco a nadie involucrado excepto un maestro que oyó a la señora alemana leer, era una mujer de buen carácter entre sus vecinos. Algunos de los más respetables luego me dijeron que no dudaban la verdad de lo que decía ella. No tengo duda que era cierto.

CONTRISTAR AL ESPÍRITU SANTO

Mucha gente no recibe iluminación divina del Espíritu de Dios porque lo contristan. Lo lastiman, u ofenden, al Espíritu Santo de modo que no puede consistentemente otorgarles su gracia que ilumina.

Confían en las instrucciones que reciben de los ministros, comentarios, libros, u otros poderes de investigación. Todas estas cosas, sin el Espíritu de Dios, sólo matarán y nunca darán vida. Sólo pueden condenar y nunca salvar. Parece que toda la Iglesia está en error sobre este punto&emdash;dependiendo de los medios de conocimiento divino. Ningún medio está disponible sin el Espíritu de Dios. Si la Iglesia sintió eso&emdash;si realmente sintieron que todos los medios en la creación son inútiles sin la enseñanza del Espíritu Santo&emdash;cómo orarán, limpiarán sus manos, humillarán sus corazones hasta que el Consolador descienda para enseñarles las cosas que necesitan saber.

Los hombres son responsables por lo que puedan tener de iluminación divina. Esto es una verdad universal y es reconocida por todos los hombres. Un hombre es tan responsable por la luz que pueda tener como por aquello que de hecho tiene. La razón común admite que ningún hombre que rompe la ley va a ser excusado por ignorancia de la ley porque todos son responsables de saber que lo la ley es.

Si sus hijos pueden saber la voluntad de ustedes y portarse mal, ustedes los consideran culpables. Lo mismo es en el cristianismo: los hombres tienen los medios externos de instrucción y las enseñanzas internas del Espíritu Santo totalmente a su alcance. Si pecan en ignorancia, están sin excusa con respecto a eso, pero su ignorancia es en sí misma un crimen por no poseer todo el conocimiento disponible para su perfecta e inmediata santificación. (Véase Romanos 1:20-21).

Sin el Espíritu Santo, la instrucción puede convencer a la Iglesia del deber, pero nunca producirá santidad. Puede endurecer el corazón, pero no lo cambiará nunca. Sin la influencia divina, es sólo un sabor de muerte a la muerte.

CUANDO UN CIEGO GUÍA A OTRO CIEGO

Usamos todos los medios apropiados de instrucción en nuestro poder como medio a través del cual el Espíritu de Dios transmite la iluminación divina a la mente.

Ninguna razón existe por la que no debamos usar los medios en nuestro poder para adquirir conocimiento tan fielmente como si pudiéramos entender todo el tema sin la influencia divina. Si no usamos los medios dentro de nuestro poder, no tenemos razón de esperar la ayuda divina. Cuando nos ayudamos a nosotros mismos, Dios nos ayuda. Cuando usamos nuestras facultades naturales para entender estas cosas, podemos esperar que Dios nos ilumine. Poner nuestros ojos fuera de la luz y luego orar para ver es tentar a Dios.

Los líderes de los ciegos intentan enseñar las cosas del cristianismo sin ser ellos mismos enseñados por Dios. Ningún grado teológico hará exitoso a un maestro a menos que goce de los poderes de iluminación del Espíritu Santo. Está ciego si piensa que entiende la Biblia sin eso, y si emprende enseñar, se engaña a sí mismo y todos los que dependen de él&emdash;todos juntos caerán en una zanja.

Si una persona enseña el evangelio con el Espíritu Santo enviado del cielo, será entendido. Podrá entender él mismo el evangelio, pero no puede hacer que sus oidores lo entiendan porque el Espíritu Santo no está sobre ellos como con él mismo está. Mas si el Espíritu de Dios está sobre ellos, precisamente en proporción como él mismo entiende el verdadero significado del evangelio, hará que sus oidores lo entiendan.

En predicar el evangelio, los ministros nunca deben usar textos a menos que su verdadero significado haya sido enseñado por el Espíritu de Dios. Es presunción. Y no hay excusa para ello, pues ellos siempre pueden tener las enseñanzas del Espíritu. Dios está más presto a otorgar la iluminación divina que un padre terrenal da pan a su hijo. Si piden ellos, siempre recibirán toda la luz que necesitan. Esto es aplicable tanto a predicadores como a maestros. Si algunos de ellos intentan enseñar las escrituras sin ser ellos mismos enseñados, no están más aptos que el más ignorante en las calles para enseñar astronomía.

Me temo que la mayoría de los ministros y maestros han entendido muy poco de su necesidad de esta enseñanza divina o la necesidad de orar por los sermones y lecciones bíblicas. Si fuera hecho como debe ser, sus instrucciones serían más efectivas que ahora vemos.

¿Creen ustedes eso maestros de Biblia y escuela dominical? ¿Están en el hábito de buscar la verdadera idea de cada lección de rodillas? ¿O van a algún comentario y llegan para propagarlo con sequedad a sus clases sin el Espíritu Santo? Si hacen eso, les digo que mejor estén haciendo otra cosa.

¿Qué dirían de un ministro que nunca ha orado por sus textos? De una vez tengan el asna de Balaam de ministro: la bestia bruta puede hablar con la voz de un hombre y reprender la locura de tal hombre. Puede tanta instrucción disponible para alcanzar las fuentes profundas del corazón como un predicador tal. Y esto es tan importante para el maestro de escuela dominical como para un ministro. Si no oran por su lección hasta que sientan que Dios les ha enseñado la idea contenida en ella, ¡tengan cuidado! Nunca estén satisfechos con nada de un libro hasta que estén satisfechos que Dios los ha puesto en posesión de esa idea que les haría recibir.

EL AUTOR DE SANTIDAD
Cuando estudié teología, pasé muchas horas de rodillas&emdash;quizá diría semanas&emdash;con la Biblia ante mí, trabajando y orando para entender la mente del Espíritu. No digo esto alardeándome, sino como un hecho para mostrar que el sentimiento aquí avanzado no es opinión novedosa para mí. Y siempre me puse con mis textos y sermones de rodillas, pero estoy consciente que he obtenido poco conocimiento comparado con lo que pude haber tenido si hubiese tomado la fuente de luz como debí haberlo hecho.

¡Qué poco conocimiento la mayoría de los cristianos tiene con respecto a la Palabra de Dios! Pídanles, por ejemplo, leer las epístolas u otras partes, y probablemente no podrán dar una opinión en cuanto al significado real de una décima de la Biblia. ¡Con razón la Iglesia no es santa! Necesitan más verdad. Nuestro Salvador dijo: "Santifícalos en tu verdad" (Juan 17:17). Esto significa que la santidad tiene que ser ricamente disfrutada antes que la Iglesia sepa lo que significa la santificación completa. No entienden la Biblia.

No han ido al Autor para que les explique. Aunque tienen el privilegio bandito cada día&emdash;tan frecuente como escojan&emdash;de cargar el libro del Autor para la explicación de él, pero ¡cuán poco saben de la Biblia que están seguros han sido enseñados por el Espíritu Santo! Lean el texto de nuevo, o lean pasajes similares, y entonces intenten y díganme que los cristianos no son responsables de entender la Biblia.

Todos tenemos que estudiar la Biblia bajo la enseñanza divina. Recomiendo varios libros para que lean, como Pensamientos sobre la perfección cristiana de Wesley y las memorias de Brainherd, Taylor y Payson. He encontrado que, en un cierto estado de la mente, esos libros son útiles de leer.

Mas sólo estudio un libro. Leo los otros ocasionalmente, pero tengo poco tiempo o inclinación de leer muchos libros porque tengo tanto que aprender de mi Biblia. La encuentro como una mina profunda&emdash;mientras más la trabajo, más rica se vuelve. Debo leer, pausar, y orar versículo por versículo. Debemos morar en ella, digerirla, y que se meta en nuestras mentes hasta que sintamos que el Espíritu de Dios nos ha llenado con el espíritu de santidad.

¿Abrirán sus corazones a Dios y no le darán descanso hasta que los haya llenado con el conocimiento divino? ¿Escudriñarán las escrituras? Con frecuencia me han preguntado recién convertidos y jóvenes que se preparan para el ministerio qué deben leer. Les doy la misma respuesta cada vez: ¡Estudien la Biblia!

 

 

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