LA VERDAD DEL EVANGELIO

A LA VISTA DEL PÚBLICO

Por Charles G. Finney

 

"Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios." -- Juan 12:43

 

Existe una distinción clara entre el amor por uno mismo, o el simple deseo por la felicidad, y el egoísmo. El amor por uno mismo, el deseo por la felicidad y temor a la miseria, es parte de nuestra estructura como Dios nos hizo y quiso que fuéramos. La indulgencia, dentro de los límites de la ley de Dios, no es pecaminosa, pero cuando busca oponerse a la ley de Dios se vuelve pecaminosa.

Cuando el deseo por la felicidad o el temor a la miseria se vuelve nuestro principio controlador, y preferimos nuestra propia gratificación a determinado interés mayor, se vuelve egoísmo. Si al evitar o procurar la felicidad, sacrificamos intereses mayores, violamos la gran ley de benevolencia desinteresada. Ya no es más amor por uno mismo, que actúa dentro de los límites legales, sino egoísmo.

Cristianos profesantes que son movidos por la esperanza o el temor son a veces movidos por el amor por uno mismo y a veces por egoísmo. Su objetivo supremo no es glorificar a Dios, sino asegurar su propia salvación. Los amigos de Dios y del hombre concuerdan en muchas cosas, y si uno ve sólo las cosas en las que concuerdan, uno no puede distinguir entre ellos. Solo una observación de cerca de esas cosas en las que difieren revelará que el diseño principal de los amigos del hombre no es para glorificar a Dios, sino para asegurar su propia salvación. De ese modo podemos ver su objetivo supremo. Cuando hacen lo mismo, externamente, como siervos de Dios, lo hacen por ellos mismos desde motivos completamente diferentes. Como consecuencia, los actos mismos son, a la vista de Dios, de un carácter completamente distinto.

ENTREGADO AL YO

Algunos cristianos profesantes aman "más la gloria de los hombres que la gloria de Dios". No quiero decir que una simple consideración por la reputación ha llevado a esta clase a profesar la fe. El cristianismo siempre ha sido muy impopular entre la mayoría de la gente por verlo como algo para volverse cristiano profesante desde una consideración a la reputación, pero cuando aumenta la popularidad por volverse cristiano, un motivo complejo opera--la esperanza de asegurar la felicidad en un mundo futuro y un aumento en la reputación aquí.

Muchos son llevados a profesar el cristianismo cuando, en un análisis de cerca, el objetivo guiador es la buena opinión de sus semejantes. Su compromiso se vuelve eso. Aunque profesan ser cristianos sinceros, pueden ustedes ver por la conducta de ellos que no hacen nada para dejar esta buena opinión de los hombres. No encontrarán la persecución que deben para arrancar de raíz el pecado de este mundo.

Los pecadores impenitentes siempre son influidos por una o dos cosas en su intento por imitar el cristianismo, sea que lo hagan por consideración a los principios naturales, como amor y compasión, o por egoísmo. Son hechos ya sea por consideración a su propia reputación o felicidad, o gratificación de algún principio natural que no tiene carácter moral. Aman más el reconocimiento de los hombres que el reconocimiento de Dios.

La gente que hace de la gloria de los hombres su ídolo es como el apóstol Pablo decía en sus tiempos. Por esa razón permanecían ignorantes de la verdadera doctrina: ellos, "midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos" (2 Corintios 10:12).

En vez de hacer de Jesucristo su estándar de comparación y la Biblia su regla de vida, muchos individuos no apuntan a eso. Nunca soñaron seriamente hacer la Biblia su estándar. Su gran preocupación es hacer tantas muchas cosas y ser piadosos como las otras personas en sus iglesias. Su objetivo es mantener una profesión respetable del cristianismo. En vez de buscar seriamente lo que requiere la Biblia y preguntar cómo Jesucristo actuaría en tal y tal caso, ven al cristianismo "común" y están satisfechos con imitarlo. Su objetivo no es hacer lo que la Biblia dice sino lo que es respetable.

Esta gente no se preocupa por elevar el estándar de santidad alrededor de ellos. No se preocupa que el nivel del estándar general de santidad sea bajo en la Iglesia o que sea difícil llevar a los pecadores al arrepentimiento. Creen que el estándar del presente es bastante alto. Mientras los amigos verdaderos de Dios y el hombre se están quejando del estándar y tratando de despertar a la iglesia, les parece a ellos una disposición entretenida e incómoda.

Cuando Jesucristo denunció a los escribas y fariseos, ellos dijeron: "demonio tiene" (Juan 10:20). Hoy pueden decir; "Pues, está denunciando a nuestros doctores en divinidad y nuestros mejores hombres, e incluso se atreve a decirnos que excepto que nuestra justicia exceda la de ellos, no podremos entrar en el Reino de los Cielos. ¡Qué espíritu tiene!"

Una gran parte de la Iglesia tiene ese espíritu, y cada esfuerzo para abrir los ojos de la Iglesia y hacer que los cristianos vean que viven como hipócritas sólo incita malicia y causa reproche. Dicen, "qué espíritu tan malo muestra, tan poco amable, nada como el Espíritu afable, amable y amoroso del Hijo de Dios". Se olvidan cómo Jesucristo maldijo a quienes tenían la reputación de ser la gente más piadosa en ese tiempo. Fue el espíritu hipócrita exhibido por los hombres santos profesantes que provocó su alma, movido por indignación, y que convocó sus torrentes ardientes de denuncia. Jesús se quejó de la gente que ponía patrones de piedad, y les llamó hipócritas y resonó sobre sus cabezas las terribles palabras, "cómo escaparéis la condenación del infierno" (Mateo 23:33).

UNA RELIGIÓN DE REPUTACIÓN

Mucha gente es escrupulosa en observar lo que el público considera aceptable, mientras con facilidad olvidan lo que el público no hace valer.

Consideren, por ejemplo, la prohibición. ¿Cuántos hay quienes cedieron al sentir público lo que no cedieron a Dios o al hombre? Al principio esperaron ver lo que sucedería. Resistieron dejar el alcohol, pero cuando eso se volvió popular, que estarían bien sin eso, lo dejaron, pero estaban determinados a no rendir más de lo que los llevara el sentir público. No era su objetivo matar al monstruo sino mantener un buen carácter. Amaron la gloria de los hombres que la gloria de Dios.

Muchos individuos guardaron el Día del Señor no porque amaran a Dios sino porque es respetable. Esto es obvio porque lo guardan mientras están entre sus amistades o donde son conocidos, pero cuando viajan donde no los conocen--donde no sea una deshonra pública, los verán evitando la iglesia.

Esta clase de gente se abstiene de todos los pecados que son aborrecidos por el público, pero hacen otras cosas igual de malas que no escandalizan. Descuidan las cosas que son ordenadas en la Palabra de Dios. Donde un individuo habitualmente desobedece algún mandamiento de Dios, es seguro que la obediencia que aparece considerada no es por amor a Dios sino por otros motivos. No está, de hecho, obedeciendo ningún mandamiento de Dios.

El apóstol Santiago ha resuelto esta pregunta: "Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos" (Santiago 2:10). La obediencia a los mandamientos de Dios implica un estado obediente de corazón, por tanto, nada es obediencia que no implique una consideración suprema a la autoridad de Dios.

Si el corazón de un hombre es recto, entonces considera lo que Dios ordene como lo más importante que cualquier otra cosa. Y si un hombre considera cualquier cosa superior a la autoridad de Dios, ése es su ídolo. Cualquier cosa que supremamente consideremos es nuestro Dios--reputación, comodidad, riqueza, honor, o cualquier cosa que pongamos primero en nuestros corazones.

Cual sea la razón del hombre para habitualmente descuidar cualquier cosa que sabe que es el mandamiento de Dios, o que ve para promover el Reino de Cristo, considera eso como supremo. No hay nada aceptable para Dios en cualquiera de sus servicios. La religión de ese hombre es la religión de la opinión pública. Es a la opinión pública a la que rinde obediencia en toda su conducta y no a la gloria de Dios.

¿Y ustedes? ¿Acostumbran descuidar el requerimiento de Dios porque no son sostenidos o impuestos por la opinión pública? Si ustedes dicen ser cristianos, supongo que no descuidan cualquier requerimiento que es fuertemente urgido por la opinión pública.

¿Pero habitualmente descuidan algunos deberes? ¿Practican cosas aceptadas por los hombres que saben que son contrarias a la ley de Dios? Si lo hacen, entonces ustedes consideran las opiniones de los hombres más que el juicio de Dios.

Un hombre que es obediente en casa con frecuencia tomará un trago de brandy o irá al bar y pedirá licor al momento que anda fuera. Cuando estuve en el Mediterráneo, en Mesina, un caballero me preguntó si iba al bar con él. ¡Qué! ¡Un ministro que vaya al bar!

"Pues si estás de viaje, nadie lo sabrá".

"¿Pero no lo sabrá Dios?" Fue claro que pensó que aunque era yo ministro, podría ir a un bar cuando estuviera fuera de viaje. No importaba si Dios lo supiera, siempre y cuando los hombres no lo supieran. ¿Y de dónde sacó esa idea? ¡Al ver a ministros que hacen esas cosas!

Si ustedes permiten cualquier pecado secreto y piensan que nadie lo sabrá, sepan que Dios lo ve y ha escrito ya el nombre de ustedes--hipócrita. Tienen más miedo a la deshonra ante los ojos de los mortales que la deshonra ante los ojos de Dios. Si aman a Dios supremamente, no sería cosa pequeña para ustedes que cualquier supiera de sus pecados, en comparación con que los supiera Dios. Si son tentados en todo, clamarían: "¡Qué! ¿Pecaré ante los ojos de Dios?"

Los cristianos profesantes pueden que no practiquen ningún pecado secreto, pero descuidan sus deberes como la oración en privado. Van a la comunión y muestran mucha piedad el domingo, pero su oración en privado es desconocida por Dios o el hombre. La reputación es su ídolo. Temen perder su reputación más que ofender a Dios.

Estas personas tienen una conciencia en las cosas que son populares y no tienen conciencia en las cosas que no son escudriñadas por el público. Pueden predicarles y claramente lo probarán--incluso háganlos confesar que es su deber. Si, sin embargo, no es asunto de reputación, seguirán como antes. Muéstrenles un "así dice el Señor", y háganlos ver que todas sus acciones son inconsistentes con la perfección cristiana y contraria a los intereses de Jesús, y aún no cambiarán. Consideran los requerimientos de la opinión pública y el amor a la gloria de los hombres más que la gloria de Dios.

 

¿FANÁTICO O A LA MODA?

Esta clase de personas generalmente temen el pensamiento de ser considerados fanáticos. ¡Ignoran que el mundo está mal! La opinión pública del mundo está contra Dios, y quien intenta servir a Dios tiene que poner su rostro contra el sentir del mundo. En un mundo de rebeldes, la opinión pública está obviamente tan mal como la controversia con Dios. El mundo está mal, y los caminos de Dios están directamente en contra de sus caminos. Como consecuencia, es cierto, y siempre ha sido cierto, que "todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución" (2 Timoteo 3:12). Serán llamados fanáticos, supersticiosos, irracionales, etc. Siempre han sido y siempre lo serán.

Pero estas personas guiadas por el sentir público nunca irán más allá de lo que es consistente con las expectativas de los hombres mundanos. Dicen que tienen que hacer esto o aquello a fin de influir en tales hombres. Opuesto a esto están los verdaderos amigos de Dios y el hombre. Su objetivo guiador es poner al mundo de cabeza, llevar a los hombres que obedezcan a Dios, y remodelar opiniones de los hombres para conformarse a la Palabra de Dios.

Muchos cristianos profesantes se empeñan en hacer amistad en ambos lados y siempre toman un curso intermedio. Evitan la reputación de ser muy rectos por un lado, y por el otro, son laxos e irreligiosos. Por siglos una persona pudo mantener una profesión respetuosa de la religión sin ser llamado fanático. Y el estándar es aún tan bajo que probablemente la gran masa de iglesias protestantes está tratando de ocupar esta posición intermedia.

Tienen la intención de tener amigos en ambos lados. No son considerados réprobos o fanáticos. ¡Son cristianos a la moda!

Pueden ser llamados cristianos a la moda por dos razones. Una es que su estilo de religión es popular y está en boga; y la otra es que generalmente siguen las modas mundanas. Su objetivo es agradar al mundo. No importa lo que Dios requiere, están determinados a mantener la paz con los enemigos de Dios. Tienen más consideración a los hombres que a Dios. Y si escogieran entre desagradar a sus amigos y semejantes y ofender a Dios, ofenderán a Dios. Si el sentir público choca con los mandamientos de Dios, se rendirán al sentir público.

Aunque no ejercen la negación de sí mismos para ganar el aplauso de Dios, ejercerán gran negación de sí mismos para ganar el aplauso de los hombres. Los hombres que dejan el licor porque el sentir público lo ve necesario lo dejarán, también, cuando una fuerte opinión pública lo demande--y no hasta entonces.

Si un ministro de esta clase predica un sermón, está más ansioso por saber lo que la gente piensa al respecto que conocer lo que Dios piensa. Y si falla, la deshonra de los hombres lo cortará diez veces más que el pensamiento de que ha deshonrado a Dios u obstaculizado la salvación de las almas.

Cuando algún secreto se ha encontrado, está más angustiado en caer en deshonra que Dios sea deshonrado. O, si falla en un pecado abierto, le apura más la desgracia que el pecado.

Estos cristianos de moda están más ansiosos por su apariencia ante los ojos del mundo que ante los ojos de Dios. Las mujeres de este carácter son vastamente más ansiosas cómo el cuerpo aparece ante los ojos de los hombres que cómo el corazón aparece ante los ojos de Dios. Tales tomarán una semana poniendo todo en orden para verse encantadoras, pero no pasarán una hora en oración para prepararse ante Dios.

Todos pueden ver lo que la religión es al momento que se pone a la vista. Nadie pierde al decir el nombre de ese hombre o esa mujer--hipócrita. Van a la casa de Dios con su corazón tan oscuro como la medianoche, mientras todo en su apariencia externa es atractivo y respetable. Deben verse bien ante los ojos de los hombres, sin importar lo que Dios ve. El corazón puede estar en tinieblas, desordenado y contaminado, y no les importa siempre y cuando la vista del hombre no se detecte manchas.

OPONIÉNDOSE A LA LUZ

Mucha gente rehúsa confesar sus pecados en la manera que la ley de Dios lo requiere. Si se les requiere confesar más de lo que creen consistente con su reputación, se ponen más ansiosos cómo les afectará su carácter que si Dios está satisfecho.

Escudriñen sus corazones, ustedes que han hecho confesiones, y ven lo que más afecta sus mentes--lo que Dios pensará de eso o que los hombres pensarán de eso. ¿Han rehusado confesar lo que saben que Dios requiere porque lastimaría su reputación entre los hombres? ¿Acaso no juzgará Dios sus corazones?

La gente que profesa a Cristo con frecuencia está tan avergonzada de cumplir su deber que no lo hace. Cuando una persona está muy avergonzada de hacer lo que Dios requiere, es claro que su propia reputación es su ídolo. ¿Cuántas personas están avergonzadas de reconocer a Jesucristo, avergonzadas de hablar cuando Cristo es atacado? Si consideran supremamente a Dios, ¿podrían avergonzarse de cumplir su deber?

Supongan que la esposa de un hombre es calumniada, ¿se avergonzaría de defenderla? Si sus hijos fuesen maltratados, ¿se avergonzaría de ayudarlos? No si los ama. No sería la vergüenza lo que lo detendría de defender a su esposa o hijos.

Estas personas estarían firmes cuando están entre los enemigos de la verdad, donde fueran sujetos de reproche por hacerlo. Son audaces cuando están entre amigos y hacen grandes muestras de su valor, pero cuando son puestos a prueba, niegan al Señor Jesús ante sus enemigos. Lo dejan para avergonzarlo abiertamente en vez de reprender su maldad o hablar a favor de la causa de Cristo entre sus enemigos.

Muchos se oponen a la luz que avanza en temas prácticos. Se turban por cada propuesta nueva que recurre a sus carteras o rompe con la habitual indulgencia de uno mismo. Pueden hablar y predicar tanto a favor de eso como quieran. Hay un sólo camino para alcanzar a esta gente, y eso es al crear un nuevo sentir público. Cuando están convencidos ustedes--a través del Espíritu Santo--un número suficiente en la comunidad para crear sentir público en su favor, entonces adoptarán sus propuestas nuevas, pero no antes.

Algunos cristianos profesantes a menudo se oponen a los hombres, las medidas y las cosas que son impopulares y sujetas a reproche, pero cuando se vuelven populares, se unen a ellas. Dejen que un ministro vaya a las iglesias en cualquier estado y las despierte. Mientras es poco conocido, esta gente no temerá de hablar en contra de él, pero si gana influencia, lo elogiarán y profesarán ser sus más cálidos amigos. Antes de la muerte de Jesús, tenía cierto grado de popularidad. Multitudes lo seguían por las calles, gritando "¡Hosanna! ¡Hosanna!", pero tan pronto fue arrestado, todos se volvieron y empezaron a gritar "¡Crucifícale! ¡Crucifícale!"

Mientras van con la ola cuando un hombre es reprochado, irán con ella mientras es honrado. Una excepción es cuando se han vuelto tan dedicados a la oposición que no pueden cambiar sin deshonra. Permanecerán en silencio hasta que llegue otra oportunidad para sacar el fuego ardiente dentro de ellos.

Muy seguido cuando empieza un avivamiento, se opondrán varios miembros de la iglesia. No les gusta tener que tales cosas que continúen y tienen miedo que haya mucha agitación, pero la obra sigue, y pronto parece que ceden y van con la multitud. Entonces, cuando acaba el avivamiento y se vuelve fría la iglesia otra vez, los encontrarán renovando su oposición a la obra. Al final, puede que induzcan a la iglesia misma a criticar aquel avivamiento que habían disfrutado tanto.

Lo mismo ha sido cierto en cuanto a las misiones, y si ocurre cualquier cosa desfavorable para las misiones, encontrarán a estos simpatizantes de los buenos momentos volviéndose a la oposición.

 

El TEMOR DEL HOMBRE

Si cualquier cosa se propone para promover el cristianismo, la gente de opinión amorosa es sensible y cuidadosa en no hacer nada que sea impopular. Preguntan qué pensarán otras iglesias. Si es probable que traiga reproche a su iglesia o al ministro, en vista de los impíos u otras iglesias, se angustian al respecto. No importa cuánto bien hará o cuántas almas salvará, no quieren tener nada hecho para lastimar la respetabilidad de su iglesia.

Los verdaderos amigos de Dios y el hombre están siempre formando y corrigiendo el sentir público en todos los puntos donde está mal. Con todos sus corazones buscan sacar los males a fin de reformar al mundo y quitar la iniquidad de la tierra. La otra clase está siempre siguiendo el sentir público como es. Están listos para etiquetar de imprudente o impulsivo a cualquier hombre o cosa que vaya a detener la ola del sentir público y llevarla al otro lado.

Se puede hacer creer a la gente fácilmente ciertos actos de piedad que son de hecho actos de hipocresía. Hacen cosas que por fuera pertenecen a la piedad, y se dan ellos mismos el crédito de ser santos. Sus motivos son corruptos y huecos, ni uno de ellos proviene de una consideración suprema a la autoridad de Dios. Esto se manifiesta por el hecho de que no hacen nada excepto donde los requerimientos de Dios son respaldados por el sentir público. A menos que apunten ustedes hacia cumplir todo su deber y rendirse a la obediencia en todo, la piedad que dicen tener es pecado contra Dios.

¿Cuántos de ustedes sacarán a la luz el pecado si no fuera por los impedimentos del sentir público, temor a la deshonra y el deseo de tener crédito de virtud? La santidad verdadera viene de una consideración a la autoridad de Dios, pese al sentir público. De otro modo, lo hacen por causa de obtener crédito a la vista de los hombres, pero si esperan cualquier favor de Dios, seguramente se desilusionarán. La única recompensa que nos otorgará por tal hipocresía es la condenación.

¿Quién estará de acuerdo en tomar la Biblia como su estándar, Jesucristo su ejemplo, y hacer lo que es correcto sin importar lo que el hombre piense o diga? Cualquiera que no esté dispuesto a estar firme debe considerarse como ajeno a la gracia de Dios. De ninguna manera está en un estado de justificación. Si no está resuelto a hacer lo que sabe que es correcto, es prueba positiva que ama la gloria de hombres más que la gloria de Dios.

Ser cristiano es ser gobernado por la autoridad de Dios en todas las cosas, no vivir por esperanzas y temores sino por la consagración suprema de uno mismo a Dios. Si intentan ser cristianos, deben contar el costo. No los halagaré. Nunca trataré de persuadirlos a que se vuelvan religiosos al retener la verdad. Deben entregare totalmente a Cristo. No pueden flotar hacia el cielo sobre las olas del sentir público.

¿Quién está por el Señor? ¿Quién está dispuesto a decir: "ya no haremos más lo malo, sino estamos determinados a hacer la voluntad de Dios en todas las cosas--que el mundo piense o diga de nosotros lo que quiera? Si están dispuestos a hacer eso, arrodíllense y oren que Dios aceptará y sellará el pacto solemne de ustedes para obedecerle en todo.

 

 

 Retorno a Indice